De Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, de Sánchez Ferlosio
"No hay nada que pueda impresionarme tan desfavorablemente como el que
alguien trate de impresionarme favorablemente. Los simpáticos me caen
siempre antipáticos; los antipáticos me resultan, ciertamente, incómodos
en tanto dura la conversación, pero cuando ésta se acaba se han ganado
mi aprecio y simpatía. Ese viajero que dice "Buenas noches", al entrar
en el compartimento del vagón; que apenas alza los ojos, sin interés
alguno, a la comparecencia de viajeros nuevos, que no vuelve a despegar
los labios hasta llegar a su estación, para decir: "Que tengan ustedes
buen viaje", suscita en mí la convicción -probablemente tan arbitraria
como injusta- de que en un choque o descarrilamiento se portaría del
modo más heróico y más socorredor, mientras que el dicharachero, que no
ha parado en todo el viaje de hablar y de reír, de entablar relación con
todo cristo, y no digamos si -¡horror!- hasta contando chistes por
añadidura, me impone, en cambio, la más absoluta certidumbre de que no
podría dar, en igual trance, sino el más bochornoso espectáculo de
histeria y cobardía. La simpatía es un arcaísmo de quienes creen,
quieren creer o necesitan fingir que hay todavía un medio, un ámbito de
vida pública, en el que los hombres pueden allegarse en algún grado, de
manera directa y espontánea, los unos a los otros. La antipatía es
resistencia y repugnancia a simular y escenificar -abyectamente- un
mundo que no existe."
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