OSCAR
Crónicas del desastre
Me crucé en Paris con Rehecca
Latte. Me vinieron a la mente los personajes extraordinarios que ha llegado a
interpretar: mujer peligrosa, venenosa, vulnerable, conmovedora o heroica,
dependiendo de la ocasión; cuántas veces no me habré enamorado de ella, cuántas
fotos suyas habré llegado a colgar, en cuántos apartamentos, encima de cuántas
camas, y siempre me hicieron sonar. Trágica metáfora de toda una época que se
está yendo a la mierda: una mujer sublime que, cuando estaba en su apogeo,
inició a tantos adolescentes en el hechizo de la seducción femenina, convertida
ahora en ese adefesio. No solo vieja. Sino burda, descuidada, de piel
repulsiva, metida en ese personaje de mujer sucia, bulliciosa. Un bochorno. Me
han dicho que se ha convertido en “musa de las jóvenes feministas” La Internacional
de las Pordioseras ataca de nuevo. Nivel de sorpresa: cero. Me acuesto en el
sofá en posición lateral de seguridad y me pongo a escuchar en bucle
«Hypnotize», de Biggie.
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