Diarios. A ratos perdidos 5 y 6, Rafael Chirbes, p. 189
Para culminar la extraordinaria, certera, a la vez trágica e hilarante visión de Zweig sobre Dostoievski, esta impagable descripción: Un gran francés, horrorizado, llamó al mundo de Dostoievski hospital de neurópatas, y realmente, ¡qué sombría y fantástica debe de aparecer esta esfera vista por primera vez desde fuera! Tabernas llenas de vapores de aguardiente, celdas, cuartuchos en casas de suburbios, callejuelas de burdeles y bodegones, y allí, sobre un fondo oscuro de Rembrandt, una turba de figuras extáticas: el asesino, con la sangre de su víctima todavía en las manos levantadas hacia el cielo; el borracho, en medio de las risas de quienes le escuchan; la muchacha de aspecto amarillo, en la penumbra de la callejuela; el niño epiléptico pidiendo limosna en las esquinas; el septuagenario asesino en la kátorga de Siberia; el jugador, entre los puños de sus compinches; Rogozkin, rondando como una fiera la habitación cerrada de su mujer; el ladrón honrado, agonizando en un lecho inmundo. ¡Qué mundo subterráneo de sentimientos, qué infierno de pasiones! ¡Ah, qué trágica humanidad, qué cielo tan ruso, bajo, gris, eternamente crepuscular, sobre estas figuras, qué tinieblas en el corazón y en el paisaje! Campos de infortunio, yermos de desesperación, purgatorio sin gracia ni justicia.
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