Diarios. A ratos perdidos 5 y 6, Rafael Chirbes, p. 306
Sobre la difícilmente explicable SUMISIÓN y mansedumbre de
los que sabían que iban a morir en los campos de concentración alemanes:
En ese tiempo, una de las particularidades más sorprendentes
de la naturaleza humana que se reveló fue la sumisión. Hubo episodios en que se
formaron enormes colas en las inmediaciones del lugar de la ejecución y eran
las propias víctimas las que regulaban el movimiento de las colas. Se dieron
casos en que algunas madres previsoras, sabiendo que habría que hacer cola
desde la mañana hasta bien entrada la noche en espera de la ejecución, que
tendrían un día largo y caluroso por delante, se llevaban botellas de agua y
pan para sus hijos. Millones de inocentes, presintiendo un arresto inminente,
preparaban con antelación fardos con ropa blanca, toallas, y se despedían de
sus más allegados. Millones de seres humanos vivieron en campos gigantescos, no
solo construidos, sino también custodiados por ellos mismos [ ... ]. Sobre la
base de la esperanza -una esperanza absurda, a veces deshonesta, a veces
infame- surgió la sumisión que a menudo era igual de miserable y ruin [ ... ].
Pero, naturalmente, la desesperación total y lúcida no generó solo
levantamientos y resistencia: engendró también el deseo -extraño en un hombre
normal- de ser ejecutado lo más pronto posible (págs. 261-263). Reviso la vieja
edición de Vida y destino
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