Contra la censura, JM Coetzee, p. 58
El yo, según lo entendemos en la
actualidad, no es la unidad que el racionalismo clásico daba por sentado que
era. Por el contrario, es múltiple y está dividido de manera múltiple contra sí
mismo. Es, por utilizar una metáfora, un zoológico en el cual residen una
multitud de animales sobre los cuales el angustiado guardián, desbordado de trabajo,
ejerce un control bastante limitado. Por la noche, el guardián del zoo duerme y
los animales se dedican a rondar, realizando su tarea onírica.
En este zoo metafórico, algunos
de los animales tienen nombre, como la figura del padre o la figura de la
madre; otros son recuerdos o fragmentos de recuerdos transformados, a los que
se vinculan poderosos elementos de sentimiento; una subcolonia entera la
constituyen versiones anteriores del yo, semidomesticadas pero aún
traicioneras, cada una de ellas con un zoo interior propio sobre el cual no
tiene precisamente un control completo.
Los artistas, según la
explicación de Freud, son personas que pueden llevar a cabo un recorrido de
visita a la colección interior de animales salvajes con cierto grado de
confianza y salir, cuando así lo desean, más o menos ilesos. De la explicación
de Freud sobre el trabajo creativo tomo un elemento: que la creatividad de
cierto tipo comporta habitar, manejar y explotar partes bastante primitivas del
yo. Si bien no se trata de una actividad particularmente peligrosa, sí es delicada.
Pueden ser necesarios años de preparación antes de que el artista dé con los
códigos, las claves y los equilibrios correctos y pueda entrar y salir más o
menos libremente. También es una actividad muy privada, tan privada que casi
constituye la definición de privacidad: cómo estoy conmigo mismo.
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