Fue una larga noche de insomnio. Con los ojos abiertos en la oscuridad, creí oír el pasodoble «Suspiros de España» que sonaba en un apartamento de Nueva York. Eran los tiempos en que la mafia calzaba con unos zapatos de cemento a los de otro bando para arrojarlos desde una hormigonera a los fundamentos de los primeros rascacielos que se estaban construyendo. Pero al son del pasodoble español un fiambre flotaba boca arriba en el río Hudson hasta desembocar en el Atlántico.
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