Son adorables, siempre traen
algún regalito, chocolate, galletas, un libro (suyo, aunque siempre he pensado
que regalar un libro que has escrito tú no es propiamente hacer un regalo, es
un poco como plantificarle un beso en la boca a alguien que no te lo ha pedido,
da un poco de vergüenza ajena, es un poco embarazoso y deshonesto, mucho mejor
regalar un libro de otro, de Dostoievski, por ejemplo), una flor. Están el
tiempo justo, suelen mostrarse tímidos y encantadores, sonríen como niños y
como si te conociesen de toda la vida, a veces se emocionan y acabáis llorando
los dos (es mucho más contagioso el llanto que la risa). No intentan ligar.
Sant Jordi y las demás ferias del libro no se prestan a ligar, no conozco casi
ningún caso de escritor o de escritora que haya ligado en Sant Jordi.
Desgraciadamente, no puedo dar consejos a los lectores o las lectoras que estén
enamorados de un autor. Nunca me he enamorado de ninguno, ignoro cómo se les
seduce. Pero de todos modos ya se sabe que, escritor o no, hay gente que
sencillamente no es seducible, igual que hay gente que no tiene ritmo. A mí
nunca se me ocurriría la idea de seducir a un escritor: si tuviese menos talento
que yo, no podría amarle, y si tuviese más, tampoco.
Te quiero más que a la salvación de mi alma
Los fans
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