Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

GUERRA Y PAZ


Algún día seré recuerdo, Marcos Giralt Torrente, p. 101

Lev Tolstói murió hace ciento tres años en la casa del jefe de estación de Astápovo, un remoto nudo ferroviario ruso que carecía de un hotel donde cobijarlo durante su agonía. Había llegado en tren, con la intención de proseguir camino hacia el sur, huyendo de la parálisis espiritual en  que lo sumía la imposibilidad de armonizar sus ideales ascéticos con el ruido cotidiano y los intereses de su numerosa familia. Su muerte, así como las circunstancias previas -la fuga de su casa, el intento de suicidio de su mujer tras descubrir su marcha y el goteo de familiares y amigos que llegaron para asistirlo-, fueron divulgadas por una multitud de periodistas acampados en tiendas y otros alojamientos improvisados. Nunca la muerte de un escritor ha despertado tanta atención mediática, y, sin riesgo de errar en la predicción -mera consecuencia de la devaluación social de la profesión literaria-, muy probablemente ninguna otra la despertará en el futuro. Su impacto debió de ser similar al que en tiempos más recientes causaron las muertes de John Lennon y Diana Spencer. Salvando la distinta proporción debida a los medios técnicos de una y otra época, la analogía no resulta exagerada.


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