Todo comenzó el lunes o el martes de la semana pasada, frente al cuadro. Comenzó con una ocurrencia repentina, con una pregunta. No había pasado de ser una broma, pero después de la noche del último lunes, después del encuentro del cadáver, aquella broma, de la que no me había olvidado, adquiría matices más inquietantes, menos livianos. Matices más oscuros, por decirlo de alguna manera.
-¿Sabes una cosa? -le pregunté a
Silvia en voz baja, después de haber mirado el cuadro en la gran sala de los
Courbet durante un par de minutos.
-¿Qué cosa?
-Se parece mucho a ti.
-iEstás loco! -exclamó Silvia,
ruborizada como una colegiala, más irritada de lo que yo habría podido prever,
y miró para los lados, porque nunca, y sobre todo eμ esa época del año, en
pleno verano, faltaban los turistas españoles.
-Pero si es la misma guatita -le
expliqué, confundido, aunque riéndome, a pesar de todo, y pensando que los
españoles no entenderían el chilenismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario