Algún día seré recuerdo, Marcos Giralt Torrente, p. 104
Incluso Nabokov, que lo considera
el más grande novelista ruso, muy superior a Dostoievski y al mismo Turguéniev,
no pasa por alto la limitación de alguno de sus recursos. En la clase sobre Ana
Karénina, del Curso de literatura rusa, señala que en Tolstói las transiciones
temáticas son deslucidas y abruptas en comparación con las de Flaubert en
Madame Bovary. Mientras Flaubert es capaz de realizarlas en una sola frase, Tolstói
se sirve de recursos poco finos, como abrir nuevos capítulos innecesarios desde
un punto de vista estructural, y sin embargo tales defectos no logran ensombrecer,
para Nabokov, su excelencia en otros aspectos. Sin necesidad de mencionar la
rotunda complejidad moral de sus personajes (es esclarecedora su comparación de
la personalidad plena, compacta de Ana Karénina frente a la más frívola y
volátil de Emma Bovary), encuentra contundentes motivos para reivindicar su
escritura. En su ensayo sobre La muerte de Iván Ilich señala: «Un rasgo
peculiar del estilo de Tolstói es lo que voy a llamar el purismo por tanteo. Para
describir una meditación, una emoción o un objeto tangible, Tolstói sigue los
contornos de ese pensamiento, esa emoción o ese objeto hasta quedar
perfectamente satisfecho de su presentación y recreación. Ello supone lo que podríamos
llamar repeticiones creadoras, una serie apretada de enunciados reiterativos,
que se suceden uno tras otro, cada cual más expresivo, cada cual más apropiado
a lo que quiere decir Tolstói. El escritor va tanteando; deshace el paquete
verbal en busca de un sentido interior, pela la manzana de la frase, intenta
decirlo de una manera, luego de otra mejor, tantea, da un rodeo, juguetea,
tolstea con las palabras».
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