Transbordo en Berlin, Eduardo Mendoza, p. 170
Los primatólogos de referencia
son más ingenuos que san Francisco de Asís. Jarre Goodall, la que más. Es
inteligente, tiene una formación sólida, habría podido ser una científica
importante. Pero se pasó una temporada en Gombe y luego ha escrito literatura
juvenil, nada más. Y lo mismo podríamos decir de Frans de Waal o de Craig
Stanford. Los simios les han engañado de mala manera. Si los bonobos fueran como
ellos los describen, se habrían extinguido hace milenios. ¡Simios pacifistas!
La agresividad es un elemento esencial en cualquier ser vivo. Hasta en las
florecillas del campo. La evolución es una lucha continua. ¿O no han leído a
Nietzsche? En el caso de los seres humanos, Homero convirtió en literatura una
brutalidad que existía, en su forma más extensa y descarnada, desde el origen
de los tiempos. Hoy los primatólogos tratan de hacer lo mismo con la conducta
de los primates. Pero no nos engañemos: si los primates siguen evolucionando y
alcanzan el raciocinio humano, cosa que está por ver, lo harán gracias a la
ferocidad y a los bajos instintos. Si algo distingue a los humanos de las
fieras es la capacidad de empatía, de generosidad y de perdón. Unas cualidades
que no habrían desarrollado si la existencia no estuviera regida por la
enemistad y la guerra. Sin la selva no habría tal cosa como la ley de la selva,
y sin la ley de la selva, no habría ley.
-Entiendo su argumentación, pero
sigo sin saber sobre qué material trabaja usted.
-Básicamente, me paso el día
encerrado en la biblioteca. Alguna vez he visitado centros donde hay chimpancés
en cautividad. Unos sitios malolientes y muy poco gratos de ver, créame; pero
por razones empíricas he de observar a los primates en su elemento natural.
-¿El elemento natural de los
primates no es la libertad?
-No, no, todo lo contrario. Los
primates son seres sociales, como nosotros y como la mayoría de los animales.
Su elemento natural, como el nuestro, es una estructura predeterminada,
limitada y sometida a normas muy rígidas. ¿Quién es más representativo del ser
humano, Mowgli o un vendedor de enciclopedias a domicilio? El individuo es un
ovillo enmarañado de impulsos contradictorios, acciones instintivas y
autoengaño. Como máximo es material para novelistas. A los científicos sólo nos
debería interesar el ser social, cuya conducta se puede reducir a unas pautas
verificables y susceptibles de ser reducidas a patrones más o menos fijos.
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