Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA REVOLUCION CULTURAL


Volver la vista atrás, JG Vásquez, p. 231

Por esa época hubo una gran discusión en el salón del Hotel de la Amistad. El centro del conflicto eran las luces de los semáforos. Habían cambiado; fue una decisión de los guardias rojos, y el Regimiento Rebelde no podía mantenerse al margen. Se trataba de reconocer que el color rojo, símbolo de los guardias y de la Revolución, no podía seguir indicándole a la gente que se detuviera, pues para todos ellos era el color del progreso. De ahora en adelante, el rojo significaría la acción de avanzar; inversamente, el verde sería la señal para detenerse. Los grupos de guardias se dividieron las calles, destornilladores en mano, para hacer los cambios necesarios. En momentos de tedio, Sergio salía a la calle y buscaba una esquina sólo para ser testigo de esa inusitada inversión cromática, sintiendo un escalofrío cada vez que un carro aceleraba para pasar en rojo, cada vez que los jóvenes revolucionarios aprovechaban el verde para enseñar sus pancartas o cruzar la calle, en medio de una de sus marchas, rodeando a los acusados. Le habría gustado salir con una cámara y documentar todo el asunto, pero sabía perfectamente que era una pésima idea: en el mejor de los casos, un occidental sacando fotos sería considerado una provocación y el incidente terminaría con el decomiso del rollo y acaso de la cámara; en el peor, con peligrosas acusaciones de espionaje y una noche gratis en alguna oscura comisaría del Departamento de Seguridad Pública. En cierta ocasión se burló de todo el asunto frente a la tutora Li. Pensó que ella se reiría con él, pero se encontró con la cara adusta de quien ha recibido un insulto.

“¿Qué sentido tienen los colores?”, preguntó ella. “Tú sabes que el rojo de nuestra bandera simboliza la sangre de nuestros héroes, ¿no es cierto? La sangre de millones de camaradas que dieron la vida por la república. Ponte a pensar en lo que siente un revolucionario cuando ve que alguien más, en otro país, ha decidido por un capricho que el color rojo, el color por el cual estamos dispuestos a dar la vida, se convierte en una orden para detenerse. Y si lo aceptáramos, si aceptáramos que el rojo sea la señal para que los carros se detengan, también tendremos que aceptar que ante el rojo se detengan los peatones ... en los semáforos para peatones. ¡Y nosotros no sólo somos peatones, somos luchadores revolucionarios! ¡Y no podemos aceptar injerencias extranjeras en la revolución!”


No hay comentarios:

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia