PRÓLOGO: CARTA ABIERTA A MI HIJO
CARA A: AHORA
Cuente como cuente esta historia,
es mentira, así que te pido que desconectes el dispositivo que repite a
intervalos dentro de tu cabeza lo vieja y espesa que estoy Es cierto que, si
comparamos mis cincuenta con tus veinte, mi cerebro sale mucho peor parado. Tu
motor para el recuerdo es muy superior, como me señalas a menudo.
¿Cuántas veces has conseguido que
deje de lanzar cojines por los aires en busca de las gafas, informándome de que
las llevo encajadas en la cabeza? La tarta que comimos aquel cumpleaños tenía
doce velas, no diez; y no fue en Londres, sino en Venecia, donde compré al
tuntún, preparé y serví a nuestros invitados una pasta que erróneamente pensé
que imitaba la forma de la bota italiana.
Y si me resistiera a tu recuerdo,
tú serías capaz de sacar la cámara de vídeo que llevas pegada a la cara desde
que tuviste edad suficiente para pulsar el botón rojo de grabar. Harías zoom
sobre el bol de pasta de 1998 y revelarías no la bota de la península itálica
sino unos penes en miniatura con sus correspondientes testículos. Pasta de
pichas y huevos. Con razón se descojonaban de risa los que me la vendieron, con
razón la au pair se puso más blanca que el mantel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario