EN LOS TIEMPOS DEL GRAN CUERVO
En los tiempos del Gran Cuervo
también lo invisible era visible y se transformaba continuamente. Los animales,
entonces, no eran necesariamente animales. Podía darse el caso de que fueran
animales, pero también hombres, dioses, señores de una estirpe, demonios,
antepasados. De modo que los hombres no eran necesariamente hombres; podían ser
también la forma transitoria de otra cosa. No había intuiciones que permitieran
reconocer lo que aparecía. Era necesario haberlo ya conocido, como se conoce a
un amigo o a un adversario. Todo sucedía en el interior de un único flujo de
formas, desde las arañas a los muertos. Era el reino de la metamorfosis.
El cambio era continuo, como, más
tarde, solo sucedería en la caverna de la mente. Cosas, animales, hombres:
distinciones nunca claras, siempre provisorias. Cuando una gran parte de lo
existente se retiró hacia lo invisible, no por eso dejó de suceder. Pero se
volvió más fácil pensar que no sucedía.
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