Imaginar el mundo, p. 77
M. P.: Quisiera volver sobre
madame Bovary, que como personaje era una mujer frívola, vana, irresponsable,
voluble ...
M. V. L.: ¡No! ¡Protesto!
¡Mentira! ¡Calumnias!
M. P.: ¿Por qué tiene tanto
magnetismo ese personaje?
M. V. L.: ¡Calumnias infames de
los críticos! ¡No es verdad! Perdón, voy a hacer mi defensa de madame Bovary.
Era una muchachita que leía novelas rosas, y creía que la vida era como la
pintaban las novelas. Y su tragedia fue que quiso convertir esa ficción en
realidad. Como el Quijote, que leía novelas de caballería y creía que la vida
era como la pintaban las novelas de caballería, y salió de su casa a convertir
en realidad la ficción de las novelas de caballería. Eso es lo que hace madame Bovary.
Ella quiere que la vida sea pasiones extraordinarias que hacen vivir grandes
aventuras, que la vida sea el placer de la elegancia, del derroche, de la
sensualidad; el placer del exceso sentimental, de la pasión, y eso es lo que
quiere materializar con las cosas que hace. Y ¿qué encuentra a su alrededor?
Mediocres, pobres diablos incapaces de vivir a la altura de la sensibilidad, de
la imaginación educada en ella por la ficción. Ese es el maravilloso simbolismo
de madame Bovary. Es lo que hace que Madame Bovary no sea una novelita
realista, sino una novela que expresa un elemento fundamental de la condición humana:
la incapacidad de nosotros, seres humanos, de aceptar la realidad tal como es,
la necesidad tan profunda de vivir de otra manera,, de no tener esa única vida
que tenemos, que es por lo que leemos novelas, por lo que leemos ficciones. Y a
lo largo de la historia ha habido gentes como el Quijote, como madame Bovary,
que han querido hacer realidad de la ficción. Y el mundo ha cambiado, el mundo ha
progresado. Hemos salido de las cavernas y hemos llegado a conquistar el espacio y llegar a la
Luna gracias a esos locos insensatos. Madame Bovary no era frívola. Era una
gran soñadora, una gran rebelde, era una mujer extraordinaria y admirable.
J. B.: Mario lleva enamorado de
Emma Bovary unos cuarenta o cincuenta años.
M. V L.: Es cierto,
absolutamente. La pura verdad.
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