Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

L'AMOUR

Amor intempestivo, Rafael Reig, p.116

Me acosté con la mayor cantidad posible de chicas, pero como en la biblioteca, me interesóalgo parecido al benedictino fray Benito Jerónimo: una parisina mayor, chiflada, culta y muy promiscua. Con Marie Matin aprendí que el sexo no tenía por qué ser un saludable pasatiempo juvenil ni tampoco un drama clandestino, lleno de sufrimiento y rimbombancia lúgubre. Para Marie el sexo era parte del patrimonio cultural francés y merecía dedicación y aprendizaje; y exigía imaginación, inteligencia y curiosidad. El objetivo era por supuesto el placer, pero ¿qué placer? ml de quien asiste a una ejecución pública o al lanzamiento de una cabra desde un campanario, como en España? ¿o el de quien hace gimnasia por las mañanas y forma parte del equipo de cheerleaders de la universidad, como en Estados Unidos? Lo que me enseñó Marie es que el placer aumenta con el esfuerzo. Uno puede conformarse con escuchar a una charanga interpretando Paquito el chocolatero, sin duda; pero valen la pena el tiempo y el trabajo empleado en poder disfrutar mucho más con Mozart. Los meses empleados en leer a Proust ponen a tu alcance un placer desconocido e inalcanzable para el lector de Pérez-Reverte. Pero hubo más cosas que me enseñó Marie: el placer da forma a la identidad. Descubrir qué es lo que te provoca placer, inventarlo juntos la mayoría de las veces, es construir una identidad propia. Por eso el sexo es quizá la gran contribución francesa a la cultura europea (de la cultura sexual japonesa o india, por entonces, yo no sabía gran cosa): descubrir una forma de placer que has creado a tu medida y ser capaz de compartirla con otra persona, crear una intimidad, es una de las aventuras más valiosas de una vida que merezca ser vivida.


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