Vamps & Tramps, Camille Paglia, p. 123
¿Por qué tantos hombres quieren
ver desvestirse a las mujeres? He escrito sobre los orígenes paganos del
striptease, el desvelar ritualmente un cuerpo que siempre será misterioso
debido a la oscuridad interna del vientre, del que todos procedemos. El
exhibicionismo sexual desempeña un papel en la mayoría de los cultos de la
naturaleza, como el hinduismo. Mi interés por este tema data de una Feria del
Estado de Nueva York en Syracuse a finales de los cincuenta, cuando tenía unos
diez años. Un charlatán presentó a una bailarina que interpretaba la danza del
vientre, la cual llegó ondulándose desde una tienda y adoptó una pose al
extremo de la plataforma. Quedé hipnotizada. Me aparté corriendo de mi
sobresaltada familia y atravesé la densa multitud masculina para mirarla con
asombro estupefacto. Mis padres me contaron la historia durante años, ya que la
bailarina, acostumbrada a que las mujeres la ignorasen por completo, me
devolvió la mirada con alarmada perplejidad. Estoy segura de que debí de
parecerle una idiota, con la boca abierta y los ojos como platos.
El baile sexual, que los chicos
guapos interpretan para los hombres gays, es una gran forma artística con
antiguas raíces. Rechazo el estribillo feminista de la «mirada masculina», que supuestamente
vuelve pasivo e inerte todo lo que toca. Como mantenía en mi primer libro, la
objetificación sexual es característicamente humana e indistinguible del
impulso artístico. No hay nada degradante en la exhibición de alguna parte del
cuerpo humano. Son los que se sienten incómodos u ofendidos por el baile
erótico los que tienen un problema: sus respuestas naturales han sido
restringidas por la ideología, religiosa o feminista. La Iglesia cristiana de los
primeros tiempos prohibió el baile debido a sus asociaciones paganas y su muy
auténtica incitación a la lujuria.
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