ACTO PRIMERO
EL TRIBUNAL (UN NOMBRE PARA UNA CiUDAD)
El tribunal es menos viejo que la
ciudad, que comenzó en cualquier parte a la vuelta del siglo como una factoría
de la Agencia Chickasaw y continuó como tal por cerca de treinta años antes de
descubrir, no que careciera-de un archivo púa sus anales y no ciertamente que
necesitara uno, sino que solamente creándolo o por lo menos decretándolo,
podria dominar una situación que de otra manera le costaría el dinero a alguien.
El poblado tenía los registros;
incluso el simple desposeimiento de los indios engendró con el tiempo un
rudimento de archivo, dejando de lado la camada normal de la ruinosa
confederación de hombres contra el ambiente -aquel tiempo y aquel erial-, en
este caso, una mezquina, descolorida, abarquillada, desordenada, y a veces ininteligible
colección de adjudicaciones de baldíos y patentes y traspasos y escrituras, y
nóminas de contribuyentes y milicianos, y facturas de ventas de esclavos, y
listas de oficinas de moneda espuria y cotizaciones de cambios, y embargos e hipotecas,
y anuncios de recompensas por negros y otros ganados fugitivos o robados, y anotaciones
aparentemente diarias de nacimientos y matrimonios y defunciones y ahorcamientos
y subastas públicas de tierras, acumulándose lentamente durante esas tres décadas
en una especie de piratesco cofre de
hierro, en el cuarto interior del correo-factoría-almacén, hasta algún día en
que, treinta años más tarde, por causa de una evasión de la cárcel, fué traído a
ancas de caballo desde Carolina
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