El escándalo del sigo, GG Márquez, p. 281
La historia que más me ha impresionado en mi vida, la más brutal
y al mismo tiempo la más humana, se la contaron a Ricardo Muñoz Suay en 1947,
cuando estaba preso en la cárcel de Ocaña, provincia de Toledo, España. Es la
historia real de un prisionero republicano que fue fusilado en los primeros días
de la guerra civil en la prisión de Ávila. El pelotón de fusilamiento lo sacó
de su celda en un amanecer glacial, y todos tuvieron que atravesar a pie un
campo nevado para llegar al sitio de la ejecución. Los guardias civiles estaban
bien protegidos del frío con capas, guantes y tricornios, pero aun así
tiritaban a través del yermo helado. El pobre prisionero, que sólo llevaba una
chaqueta de lana deshilachada, no hacía más que frotarse el cuerpo casi
petrificado, mientras se lamentaba en voz alta del frío mortal. A un cierto
momento, el comandante del pelotón, exasperado con los lamentos, le gritó:
-Coño, acaba ya de hacerte el mártir con el cabrón frío. Piensa
en nosotros, que tenemos que regresar.
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