Es un comprimido pequeño, blanco,
ovalado, divisible.
Me despierto hacia las cinco o a
veces las seis de la mañana, la necesidad es extrema, es el momento más
doloroso del día. Mi primer gesto es poner en marcha la cafetera eléctrica; la
víspera he llenado el depósito de agua y de café molido el filtro (por lo
general Malongo, con el café sigo siendo bastante exigente). No enciendo un
cigarrillo hasta después de haber tomado un primer sorbo; es una obligación que
me impongo, un éxito cotidiano que se ha convertido en mi principal fuente de
orgullo (debo confesar, sin embargo, que las cafeteras eléctricas van muy
rápido). El alivio que me produce la primera bocanada es inmediato, de una
virulencia sorprendente. La nicotina es una droga perfecta, una droga simple y
dura, que no proporciona ninguna alegría y se define totalmente por la carencia
y por el cese de esa carencia.
Unos minutos más tarde, después
de dos o tres cigarrillos, tomo un comprimido de Captorix con un cuarto de vaso
de agua mineral, normalmente Volvic.
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