MADRID BARCELONA
No sé cuántos millones de
cadáveres es ahora Madrid, pero sé de uno que se acaba de ir decepcionado de
esta habitación, arrastrando las cadenas del Fantasma del Biblioteca Pasado cuando
fue ganadora del Premio imponiéndose a argentinos, colombianos y otros entes
lingüísticos amigos. Estoy desnudo en una amplia habitación del Hotel de las
Letras, y en sus paredes hay palabras poderosas de Kapuscinski que no importa que
igual no sean verdad. Palabras sobre una tribu que sólo tiene el pasado que
puede alcanzar la memoria del más viejo. Adoro esas tribus, las que no olvidan,
pero puestos a elegir prefiero las tribus que saben recordar y lo hacen.
La exescritora que aún no sabe
que es ex ya se marcha. Se bambolea -cofre de madre astur y maneras de padre
mexicano- al ritmo que ella misma marca en las teclas del móvil en el pasillo
de acceso a los ascensores. Un «Estoy llegando» escrito con pericia sobre la
pantalla del iPhone a su marido, un santanderino adicto al Frenado! en sobres y
al Babelia de antes de que fuera de antes, prohombre de la edición dura en tapa
blanda.
Qué largo el camino desde el
deseo que no existía, la descarga y el «Mejor me voy».
Sí, mejor te vas.
Urgencias de huida.
Se va porque hoy no tenía que ser
ella la que estuviera aquí, sino Mi Novia Zombie.
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