Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LA ENVIDIA

La homilía del ratón, Sánchez ferlosio, p. 125
Característico del paranoico es defender su convicción contra la evidencia sensible que la contradice; característico es alegar siempre el proceder encubierto, oculto, sigiloso, de su perseguidor. Y así, García-Sabell dice que "la envidia es una enfermedad casi siempre oculta, silenciosa, enrevesada y de múltiples disfraces", y que "el que ejercita la envidia puede parecer el hombre más inocuo del mundo, el ser más ingenuo, el eterno despistado o, lo que es peor,  el gran idealista". Pero más todavía; no contento con justificar con el encubrimiento la simple falta de pruebas, el artículo -como queriendo constituirse en el historial clínico paradigmático e insustituible en cualquier estudio o teoría sobre la paranoia- riza el rizo de la argumentación, inventando un subterfugio para convertir en evidencia a favor no ya la falta de pruebas a favor, sino la propia presencia de pruebas en contra. Se trata del mismísimo procedimiento por el cual la clásica paranoia del celoso convierte las más nobles y seguras pruebas de amor y de amistad por parte de la amada y el amigo en indicios incontestables de infidelidad y de traición. Y así, García-Sabell recurre a la pintoresca invención de una envidia no ya simplemente encubierta, sino disfrazada de lo contrario: "la envidia laudatoria", como él la llama. Así ya sí que no hay escapatoria para que les pille el toro: si miran con desaprobación, no es objetividad, sino una envidia tan fuerte que no pueden disimularla; si miran con indiferencia, no es neutralidad, sino una envidia tan sucia que ellos mismos se avergüenzan y se sienten movidos a ocultarla; si miran con entusiasmo, no es admiración, sino una envidia tan traicionera que se disfraza de lo contrario para mejor saltar sobre la víctima y aniquilarla. ¡La verdad, demasiado exclusiva y absolutamente consagrados a la envidia y a los envidiados, como si no tuviesen otra cosa que hacer ni en qué pensar, aparecen aquí los envidiosos, como para no sospechar que esto no sea más que una pura fantasía debida al desaforado  egocentrismo, a la desmedulada vanidad del presunto envidiado!

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