La homilía del ratón, Sánchez ferlosio, p. 125
Característico del paranoico es
defender su convicción contra la evidencia sensible que la contradice;
característico es alegar siempre el proceder encubierto, oculto, sigiloso, de
su perseguidor. Y así, García-Sabell dice que "la envidia es una
enfermedad casi siempre oculta, silenciosa, enrevesada y de múltiples
disfraces", y que "el que ejercita la envidia puede parecer el hombre
más inocuo del mundo, el ser más ingenuo, el eterno despistado o, lo que es
peor, el gran idealista". Pero más
todavía; no contento con justificar con el encubrimiento la simple falta de
pruebas, el artículo -como queriendo constituirse en el historial clínico
paradigmático e insustituible en cualquier estudio o teoría sobre la paranoia-
riza el rizo de la argumentación, inventando un subterfugio para convertir en
evidencia a favor no ya la falta de pruebas a favor, sino la propia presencia
de pruebas en contra. Se trata del mismísimo procedimiento por el cual la
clásica paranoia del celoso convierte las más nobles y seguras pruebas de amor
y de amistad por parte de la amada y el amigo en indicios incontestables de
infidelidad y de traición. Y así, García-Sabell recurre a la pintoresca
invención de una envidia no ya simplemente encubierta, sino disfrazada de lo
contrario: "la envidia laudatoria", como él la llama. Así ya sí que
no hay escapatoria para que les pille el toro: si miran con desaprobación, no
es objetividad, sino una envidia tan fuerte que no pueden disimularla; si miran
con indiferencia, no es neutralidad, sino una envidia tan sucia que ellos
mismos se avergüenzan y se sienten movidos a ocultarla; si miran con
entusiasmo, no es admiración, sino una envidia tan traicionera que se disfraza
de lo contrario para mejor saltar sobre la víctima y aniquilarla. ¡La verdad, demasiado
exclusiva y absolutamente consagrados a la envidia y a los envidiados, como si
no tuviesen otra cosa que hacer ni en qué pensar, aparecen aquí los envidiosos,
como para no sospechar que esto no sea más que una pura fantasía debida al
desaforado egocentrismo, a la
desmedulada vanidad del presunto envidiado!
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