Borges esencial, p. 197
Insomne, poseído, casi feliz,
pensé que nada hay menos material que el dinero, ya que cualquier moneda (una moneda de
veinte centavos, digamos) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles. El dinero
es abstracto, repetí, el dinero es tiempo futuro. Puede ser una tarde en las
afueras, puede ser música de Brahms, puede ser mapas, puede ser ajedrez, puede
ser café, puede ser las palabras de Epíceto, que enseñan el desprecio del oro;
es un Proteo más versátil que el de la isla de Pharos. Es tiempo imprevisible,
tiempo de Bergson, no duro tiempo del islam o del Pórtico. Los deterministas
niegan que haya en el mundo un solo hecho posible, id est un hecho que pudo
acontecer; una moneda simboliza nuestro libre albedrío. (No sospechaba yo que
esos «pensamientos» eran un artificio contra el Zahir y una primera forma de su
demoníaco influjo). Dormí tras de tenaces cavilaciones, pero soñé que yo era las monedas que custodiaba un grifo.
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