La primera Eucación sentimental, Flaubert, p. 202
Despojado tempranamente de
ilusiones y creyendo aún en ellas, privado de placeres estruendosos y hastiado de
soñar distracciones apacibles, un buen día dio en compadecerse de sí mismo y de
cuanto rodeaba su vida, quiso salir por fin de la invisible cárcel en la que
giraba sobre sí mismo, cual oso en su jaula. Como estaba cansado del
pensamiento o de lo que imaginaba como
tal, le apeteció la acción. Así, casto, quiso de repente el placer: nacido
burgués, deseó la riqueza: creado por el cielo manso como un cordero, se prendó
del sonido de los clarines y meditó el choque de los ejércitos. Amó, pues, todas
las pasiones, requirió para sí todos los apetitos, todas las aspiraciones,
todas las ansias; no tardaron éstas en llegar una tras otra, cual yeguas
salvajes que galopan a sus anchas, relinchando y crines al viento, a la vasta
llanura de su corazón.
Al principio fue el dinero. Lo
amó como un pródigo y como un ladrón, para poseer extensos céspedes sombreados
por robles seculares, bosques donde retozaran por el musgo los corzos, un
palacio con peristilo de mármol, con estatuas antiguas y una galería de viejos
cuadros, un cálido invernadero donde crecen las palmeras en plena tierra, donde
es posible oler áloes y cactus, comer desconocidas frutas, tocar insólitos
follajes; para tener un semental negro, con un cordón dorado en la boca y una piel
de león en la grupa, montado por un negro atlético, con chaqueta de seda negra
con cierre de plata, desnudos brazos y piernas, formas magníficas y briosa
planta: para tener un montón de criados bien cebados, que se apiñaran en la
antecámara y le escanciasen mientras comiese; para trastocar días y noches,
tomar helado en verano, frutas en invierno, calentarse con caoba, lavarse los
pies con kirsch, llevar una vida insolente y desdeñosa, sentirse adorado por la
chusma y aborrecido por los burgueses, alimentar a una multitud de bribones y
deslumbrar a una masa de imbéciles. Le hubiera gustado caminar por una mina de
oro, para notar, en las entrañas de la tierra, las cálidas exhalaciones de los
metales.
Pero se le olvidó ganarlo,
demasiado ocupado en soñar con él.