En mil novecientos sesenta y
siete, en la Baumgartnerhohe, una de las religiosas que trabajaban allí, incansablemente, en el pabellón
Hermann, me dejó sobre la cama Trastorno, que acababa de aparecer y que había
escrito yo un año antes en Bruselas, en la rue de la Croix 60, pero no tuve
fuerzas para coger el libro porque sólo hacía unos minutos que me había
despertado de la anestesia de varias horas en que me habían sumido los médicos
que me abrieron el cuello para poder extirparme del tórax un tumor del tamaño
de un puño. Lo recuerdo, era la Guerra de los Seis Días y, como consecuencia del
tratamiento radical con cortisona a que me habían sometido, se me puso cara de
tuna, como querían los médicos
No hay comentarios:
Publicar un comentario