De La hermana de Freud de Goce Smilevski, p.127-128
La primavera de 1888, cuando Matilde. la hija primogénita de
mi hermano Sigmund. aprendía sus primeras palabras, las aves migratorias no
volvieron a Viena. Pasaron muchas más cosas en la ciudad: se inauguró el
Kunsthistorisches Museum y todo el mundo se precipitó a ver las obras de
Vermeer, Rembrandt. Brueghel; se inauguró con bombo y platillo el Burgtheater
con las pinturas murales de Gustav Klimt; el emperador
Francisco José se cayó del caballo y se fracturó una pierna; su esposa inauguró
el nuevo manicomio al que no llamaron .manicomio» sino clínica psiquiátrica, poniéndole
por nombre adicional El Nido, y rodas se afanaron en repetir las palabras que
la Reina pronunció el día de la inauguración: "La locura es más verdadera
que la vida». O sea, aquel año en Viena se hablaba de lo mismo de siempre,
aunque más que nada se comentaba que las aves migratorias no habían regresado.
La primavera en que las aves migratorias no volvieron a
Viena, murió Sara. Aunque siempre estuvo delicada, su muerte sobrevino de
golpe. Las últimas semanas de su vida languidecía a ojos vistas, era notorio
que su vida se iba extinguiendo; no obstante, rodas creíamos que se trataba de
un estado transitorio. Todos, excepto ella, aunque nunca dijo nada. Me daba
cuenta de que pensaba en la muerte porque me trataba con la atención con que la
gente que sabe que va a morir suele tratar a los que van a quedarse en este
mundo. Ya no recuerdo las palabras exactas con que mostraba su delicada preocupación
por mí -por lo que me esperaba en esta
vida-, pero sí recuerdo que en cada uno de nuestros encuentros mencionaba a
Klara:
-No te olvides de Klara, por favor -me pedía- o Ayúdala con
lo que puedas.
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