Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DIOS HIJO


Pecios. No, si yo ya me iba
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO 28/03/2010

"Mihi uindicta, Ego retribuam". Si no debe ignorarse la intención pedagógica tradicional de la pintura cristiana, más inexcusable será pasar por alto la grandiosa lección de teodicea de una representación mundialmente conocida y admirada como la del Juicio Final en la Capilla Sixtina.
Sentado como en un escabel en la parte alta del centro del cuadro y con un tamaño algo mayor que el de las figuras que lo rodean, Cristo aparece semidesnudo, cubiertos sólo el hombro izquierdo y el regazo, el cuerpo levemente escorado hacia la izquierda como acompañando al rostro, que forma ya un perfil de algo más de tres cuartos hacia ese mismo lado; del poderoso torso se levanta el brazo derecho, bien musculado, formando un ángulo algo menos que recto con el antebrazo, que remata en la mano abierta, con los dedos separados pero curvados en forma de concha, como formando un espejo cóncavo que concentrase los rayos de luz, ahora rayos de ira, hacia el mismo rincón inferior de la izquierda al que apunta la mirada: el rincón más oscuro del cuadro, donde se retuercen los réprobos: la mano del Salvador no está salvando, está condenando. El Hijo no se hizo hombre para redimir a los hombres, sino para vengar al Padre.

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