Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 223. EL FINAL DEL DESFILE / FORD MADOX FORD
Primera parte
1
Los dos jóvenes —ambos pertenecían a la clase funcionarial inglesa— iban sentados en un vagón de ferrocarril perfectamente equipado. Las correas de cuero de las ventanillas eran nuevas e impecables; los espejos de debajo de las rejillas del equipaje estaban tan inmaculados como si hubiesen reflejado muy pocas cosas; la tapicería acolchada, de curvas lujosas y regulares, tenía un minucioso e intrincado dibujo amarillo y escarlata diseñado por un geómetra de Colonia. El compartimento olía vaga e higiénicamente a barniz; el tren circulaba con tanta suavidad —recordó haber pensado Tietjens— como los valores mercantiles británicos de borde dorado. Viajaba deprisa, pero si hubiese dado una sola sacudida o un traqueteo al pasar sobre las juntas de los raíles, salvo en la curva antes de llegar a Tonbridge o en el cambio de agujas de Ashford, donde eran de esperar e incluso se permitían esas excentricidades, Tietjens estaba seguro de que Macmaster habría escrito a la compañía. Tal vez incluso habría escrito al Times.
Su clase administraba el mundo, no sólo el recientemente creado Departamento Imperial de Estadística a las órdenes de sir Reginald Ingleby. Si veían a algún policía comportarse mal, a un mozo de cuerda maleducado, una calle mal iluminada, algún defecto en los servicios públicoso en países extranjeros, intervenían en el asunto, ya fuese con despreocupadas voces de Balliol, o mediante cartas al Times en las que se preguntaban con pesarosa indignación: «Acaso Esto o Aquello ha podido caer tan bajo?». O escribían, en cualquiera de las muchas revistas serias que todavía sobrevivían, artículos en los que se ocupaban de los
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