Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 219. EL MUNDO / JUAN JOSE MILLAS
Mi padre tenía un taller de aparatos de electromedicina. Los reparaba, los inventaba, los deducía de publicaciones norteamericanas. No sabía inglés, ero era capaz de interpretar un esquema, un plano un circuito con la facilidad con la que otros leen in síntoma. Por su taller pasaron aparatos de rayos X i pulmones de acero con los que mis hermanos y io jugábamos, no siempre a los médicos. Entre los ingenios que más me impresionaron, recuerdo un aspirador de sangre perteneciente a la época anterior al bisturí eléctrico, cuando las heridas abiertas por el cirujano se inundaban, impidiendo la visión del órgano a operar. El aspirador dejaba la herida limpia en cuestión de segundos. La sangre se recogía en un recipiente de cristal de boca ancha, como os de las aceitunas a granel; probablemente fuera in frasco de aceitunas, pues en casa no se tiraba nada. Los tapones de los tubos de la pasta de dientes servían, por ejemplo, como mandos para los aparatos de radio. Más tarde, con la aparición del bisturí eléctrico, que cauterizaba la herida al tiempo
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