Te quiero más que a la salvación de mi alma
INCIPIT 225. AUNQUE NO ENTENDAMOS NADA / ENRIQUE VILA-MATAS
Hace ya unos cuantos años, en un bar de Nueva York, Juan Benet le dijo a Eduardo Mendoza: «Hoy he escrito la primera página de una novela y no sé de qué se trata, pero sé que me espera un año de obsesión». No es mal plan el suyo, pensó Mendoza. Afuera nevaba copiosamente.
No recuerdo quién dijo que la nieve sería muy monótona si Dios no hubiera creado los cuervos. ¿Y qué decir de las páginas en blanco? Pues que pueden ser tan silenciosas y aterradoras como monótonas, pero por suerte quienes escriben tienen a los tenebrosos cuervos de la escritura recordándoles que cada libro es una aventura. Afuera llueve. Y yo aún no sé muy bien de qué tratarán las páginas de este ensayo que acabo de iniciar. Seguramente intentaré exponer en él mi visión de ese absurdo cargado de sentido que es el mundo y lo haré valiéndome de una estructura odradek, una estructura literaria que adquiera la forma del ready-made, de uno de esos objetos híbridos e inútiles —tan inútiles como el mundo— ante los que Kafka sentía asombro y extrañeza y que a menudo —porque no entendía nada de ellos— le parecían «un vergonzoso misterio».
No sé muy bien lo que haré, pero en todo caso sé que pronto terminaré esta primera hoja. Mi vecino de la ventana de al lado también escribe, aunque lo hace valiéndose de un ordenador. Es como un vecino salido de La ventana indiscreta, de Hitchcock. Físicamente se parece bastante al escritor italiano Antonio Tabucchi. Lo veo escribir a la caída de la tarde, todos los días. ¿Tiene mi vecino el mismo problema de escritura que yo tengo ahora? El cuervo de
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