Yo quería ahorrarle inútiles preocupaciones. Por eso le había ocultado durante todos estos días pasados las incidencias de mis relaciones profesionales con Laarsen y con Bird' s, el lubrificante que es a la vida de los motores lo que la jalea real a la de los hombres. Pero lisa las había adivinado a través de mis largos paseos por el piso, las horas y horas muertas al lado de la cama, el silencio de la máquina de escribir sobre el portador metálico. Hoy ha comentado extrañada todos esos síntomas y se ha quejado de mi silencio. La discusión la ha ido entristeciendo otra vez más y finalmente dos lágrimas a punto de desprenderse le han hecho volver la cara hacia el ventanal. Le he acariciado las mejillas y de improviso me ha besado la palma de una mano.
-Tengo ganas de que no tengas que
hacer esas odiosas campañas de publicidad. Escribe ... Hace meses que no
intentas nada.
He compuesto un bonito discurso
de disculpa. Nunca se cansa de oírlo y lo he repetido con cierta periodicidad a
lo largo de nuestros cinco años de matrimonio. Nunca queda convencida, pero
sirve para que busque urgentemente otro tema de conversación.
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