Conversaciones con DF Wallace, p. 82
L.M.: Muchas de tus obras
(incluida La escoba) tienen que ver con esa crisis de los límites entre lo real
y los “Juegos”, o los personajes que lo juegan comienzan a confundir la
estructura del juego con la de la realidad. De nuevo, supongo que puede verse
en “Animalitos inexpresivos”, donde el mundo real exterior a Jeopardy
interactúa con lo que sucede en el interior del programa; la frontera entre el
interior y el exterior es borrosa.
DFW: Y, también, en el relato lo
que sucede en el programa tiene repercusiones para las vidas de todos en el
exterior. La valencia es siempre distributiva. Es interesante que el arte más serio,
incluso lo vanguardista que colisiona con la teoría literaria, todavía rechace
reconocer esto, mientras que la ciencia seria se alimenta de que la separación asunto/observador y objeto/experimento es imposible. Está
probado que la observación de un fenómeno cuántico altera el fenómeno. A la
narrativa le gusta ignorar las implicaciones de este hecho. Todavía pensamos en
términos de una historia que «cambie» las emociones del lector, su modo de
pensar, tal vez incluso su vida. No nos entusiasma la idea de que la historia
comparta su valencia con el lector. Pero la propia vida del lector “fuera” de la
historia sí cambia la historia. Podría alegarse que ello afecta únicamente a “su
reacción hacia la historia» o a “ su asunción de la historia)). Pero estas
cosas son la historia. Así es como el posestructuralismo barthiano y derrideano
me ayudaron en buena parte como escritor de ficción: una vez que he acabado la
historia, estoy en esencia muerto, y probablemente el texto esté muerto;
simplemente se convierte en lenguaje, y el lenguaje vive no solamente en sino a
través del lector. El lector se convierte en Dios, para todo propósito textual.
Veo que se enturbian los ojos, así que cerraré la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario