Un verdor terrible, Benjamin Labatut, p. 33
Uno de los que sufrió debido a la extensión de la guerra fue un joven cadete de veinticinco años; aspirante a artista, había rehuido el servicio militar obligatorio de todas las formas posibles, hasta que la policía llegó a buscarlo al número 34 de la calle Schleissheimer, en Múnich, en enero de 1914. Bajo amenaza de prisión, se presentó al examen médico en Salzburgo, pero lo declararon «no apto, demasiado débil e incapaz de portar armas». En agosto de ese año -cuando miles de hombres se inscribían voluntariamente en las fuerzas armadas, sin poder contener sus ganas de participar en la guerra venidera-, el joven pintor tuvo un súbito cambio de actitud: le escribió una petición personal al rey Luis III de Baviera para poder servir como austriaco en el ejército bávaro. El permiso llegó al día siguiente.
Adi, como lo llamaban
cariñosamente sus compañeros del Regimiento List, fue enviado directamente a la
batalla que en Alemania llegó a ser conocida como Kindermord bei Ypern, la
matanza de los inocentes, ya que cuarenta mil jóvenes recién enlistados
murieron en solo veinte días. De los doscientos cincuenta hombres que formaban
su compañía, solo cuarenta lograron sobrevivir; Adi fue uno de ellos. Recibió
la Cruz de Hierro, fue promovido a cabo y nombrado mensajero de la Sede de su
Regimiento, por lo que pasó los siguientes años a una cómoda distancia del
frente, leyendo libros de política y jugando con un fox terrier que adoptó y
llamó Fuchsl, zorrito. Ocupaba sus tiempos muertos pintando acuarelas azuladas
y haciendo bocetos a carboncillo de su mascota y de la vida en las barracas.
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