Un verdor terrible, Labatut, p. 151
Lo maravilloso y horrible del
proceso -le dijo la chica- es que las crías comenzaban a parir a sus propias hijas
cuando solo tenían unas pocas horas de vida; esas nuevas criaturas se habían
gestado dentro de ellas cuando aún estaban en el interior del cuerpo de la
madre primigenia. Las tres generaciones anidaban una dentro de la otra, como en
una muñeca rusa espantosa, formando un superorganismo que mostraba la tendencia
de la naturaleza hacia la sobreabundancia, la misma que lleva a ciertas aves a
empollar más crías de las que pueden alimentar, obligando al polluelo mayor a
asesinar a sus hermanos, empujándolos fuera del nido. El caso de algunas
especies de tiburón era aún peor, le explicó la señorita Herwig, ya que los
pequeños escualos eclosionaban vivos dentro del vientre de la madre, con los dientes
1~ suficientemente desarrollados como para poder devorar a los que nacían
después; esa depredación fratricida les daba los nutrientes necesarios para
sobrevivir durante sus primeras semanas de vida, cuando eran tan vulnerables
que podían ser carnada de los mismos peces de los que se alimentarían si
lograban llegar a la adultez. No se
sentía capaz de prestar atención a una clase, le dijo, pero ¿sería posible que
Herr Schrodinger la acompañara a caminar alrededor del lago, para ver si el
aire frío le devolvía las fuerzas?
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