La estrella de la mañana, KO Knausgrad, p. 735
Un soldado inglés llamado J. W.
Dunne, importante inventor y eminente ingeniero aeronáutico, publicó en 1927 un
libro titulado Un experimento con el tiempo, en el que lanzó una teoría que
decía que el pasado, el presente y el futuro existen paralelamente, pero que
nosotros, debido a limitaciones del aparato sensorial, solo tenemos acceso al presente.
El tiempo lineal es una ilusión. La razón por la que Dunne empezó a interesarse
por esto fue que, de joven, a finales del siglo XIX, se dio cuenta de que tenía
sueños que predecían la realidad. Soñaba una y otra vez con sucesos que luego
ocurrían. Los sueños que acaecían en el futuro tenían las mismas
características que los que ocurrían en el pasado, eran igual de retorcidos que
claros y misteriosos. La teoría de Dunne era que la conciencia del sueño no
estaba ligada al momento de la misma manera que la conciencia, en la que el
tiempo era filtrado linealmente, sino
que estaba abierta hacia el tiempo real. Tanto el libro como la teoría
despertaron mucha atención cuando aquel se publicó, y un escritor por lo demás
realista como Vladimir Nabokov hizo el mismo experimento, anotó todos sus
sueños y buscó elementos de ellos en vivencias posteriores.
Los sueños pertenecen a lo
irracional, y decir que son ellos los que nos permiten acceder a la realidad
tal como es, obviamente no puede ser aceptado por lo racional.
Pero, curiosamente, también en el
lado racional los límites del tiempo se
han desgastado: cuanto más ha penetrado la ciencia en sus misterios, menos
obvia va siendo la separación, y un físico como Cario Rovelli llegó a la misma conclusión
que Dunne -aunque basándose en premisas completamente distintas-, es decir, que
el tiempo no existe, y que lo vivimos debido a limitaciones en nuestro aparato
sensorial y nada más.
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