Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PIO PIO


Familia, infancia y juventud, Pío Baroja, p. 263

Estaba uno en esa edad en que todas las mujeres le gustan: las bonitas, las feas, las solteras, las casadas, las niñas y las viejas.

Las chicas aquellas, compañeras de la infancia, me manifestaron un desdén, que, a la larga, me produjo indignación. Si les hacía alguna pregunta, me respondían por compromiso y con aire fastidioso: «sí», «no», como si no valiera la pena de ocuparse de lo que se les decía.

Sin duda, para ellas no había que fijarse en un joven si no era rico o elegante.

En mi tiempo, las muchachas eran como plazas fuertes atrincheradas y amuralladas. Llevaban un corsé que era como la muralla de la China o el baluarte de Verdún. Si por casualidad ponía uno la mano en su talle, encontraba una coraza tan dura como la que podía llevar a las cruzadas Godofredo de Bouillon.

Si uno pretendía entrar en relación con uno de aquellos verdunes vivos, le contestaban varios días o semanas «sí» o «no», como Cristo nos enseña.

Únicamente si podía uno presentar en el estandarte un sueldecito o una renta, bajaba el puente levadizo del castillo y se parlamentaba.

Yo muchas veces he pensado que, quizá por la presión local, las mujeres jóvenes de esa época en España no tenían ningún sentido erótico. Quizá el sentido erótico lo tenían más tarde; pero en plena juventud no pensaban en el matrimonio más que como una carrera. Como en San Sebastián yo no tenía amigos y las chicas que conocía de hacía tiempo se mostraban tan desdeñosas conmigo, la estancia comenzó a serme aburrida, y empecé a acariciar la idea de regresar a Madrid, para lo que pronto encontré el pretexto.


No hay comentarios:

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia