Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LISISTRATA


Los griegos antiguos, Edith Hall, p. 232

En Lisístrata de Aristófanes, estrenada en 411 a. C., el estereotipo ateniense de la mujer espartana irrumpe en escena en el personaje de Lampito («la Brillante»), una mujer de pechos hermosos y tan fuerte que podía estrangular a un toro. Cinisca, una princesa espartana, fue la primera mujer que ganó en una competición olímpica como propietaria y adiestradora de los caballos que participaban en concursos ecuestres, y lo hizo dos veces en la década de 390 a. C. La inscripción en que la princesa describe su estatua de vencedora, erigida en O limpia,  proclamaba orgullosamente: «Mi padre y mis hermanos son reyes de Esparta, pero Cinisca, vencedora de la carrera de carros de caballos de patas veloces, mandó construir esta imagen en la que me proclamo la única mujer de toda Grecia que ha recibido la corona.»

A las ingeniosas y atléticas mujeres de Esparta las preparaban para ser esposas y madres de espartiatas, y uno de los aspectos más singulares de la vida espartana era la ceremonia de la boda. El matrimonio era un asunto de Estado; a los hombres se los penalizaba si no se casaban o si lo hacían con mujeres demasiado viejas o de manera poco adecuada. En cambio, se recompensaba a los que traían al mundo hijos sanos. Un padre que engendraba tres niños estaba exento del servicio militar, y si eran cuatro, incluso se libraba de pagar tributos económicos al Estado. El verbo que empleaban los novios espartanos que se agenciaban una novia significaba algo así como «apoderarse, incautarse de», y no está claro si ese secuestro era ritual o real. Los novios menores de treinta años, que vivían, como hemos visto, en los grupos públicos de militares, solo tenían permitido visitar a la novia a escondidas y copular en la oscuridad total. Es posible que la intención fuera aumentar la tensión sexual y engendrar más criaturas; según Plutarco, algunos hombres tenían hijos antes de saber cómo era la mujer a la luz del día.

Las prescripciones de Licurgo también fomentaban una alta tasa de natalidad en la medida en que autorizaban a la mujer joven de un hombre mayor a tener hijos de otro hombre siempre y cuando el marido estuviera de acuerdo; luego los hombres mayores adoptaban a esos hijos, una costumbre que mejoraba su prestigio. Polibio cuenta que las mujeres tenían hijos de tres o cuatro hombres, y que cuando un hombre había engendrado un número suficiente, se consideraba honorable que cediera su mujer a un amigo. Huelga decir que a los griegos patriarcales de otras ciudades-Estado les indignaba esa práctica, que podía considerarse la autorización legal de la libertad sexual femenina. Para Aristóteles, las mujeres espartanas podían darse todos los gustos sin que nadie las controlase.


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