Los griegos antiguos, Edith Hall, p. 200
El festival se inauguraba
oficialmente a la mañana siguiente con la Pompé (procesión). Toda la ciudad
bullía de entusiasmo; no podían iniciarse procedimientos legales ni reunirse la
Asamblea, y hasta los presos quedaban temporalmente en libertad bajo fianza. La
procesión dionisiaca, que empezaba en las murallas de la ciudad, se detenía en
varios lugares sagrados, camino del santuario, para cantar y danzar en honor de
los dioses. Al mismo tiempo de ese modo se definían, por representación
simbólica, las relaciones entre los grupos que constituían la sociedad ateniense.
Encabezaba· la procesión una joven virginal de una familia aristocrática, que
llevaba la cesta dorada ceremonial con selectas piezas de carne del sacrificio.
Los coregas que habían sufragado las producciones teatrales iban ataviados con
vestiduras costosas, de oro incluso. Se hacían los preparativos para el
banquete público, que requería ingentes provisiones para miles de
participantes; el toro elegido como animal principal del sacrificio iba
acompañado por ciudadanos jóvenes en periodo de instrucción militar. Había
también cientos de animales sacrificiales menores. El santuario de Dioniso debió
de parecer un matadero gigantesco junto a una barbacoa, en el que resonaban los
mugidos y los balidos de los animales aterrados, todo salpicado de sangre y
apestando a carne asada y cadáveres.
Para acompañar la comida, los
ciudadanos llevaban odres de vino y hogazas de pan en espetones; por su parte,
los metecos tenían tazones para mezclar el vino con el agua que sus hijas servían
de unas jarras. Otros hombres cerraban la comitiva con los falos rituales del
dios. Se organizaban también concursos de canto con coros formados por
cincuenta ciudadanos. El teatro en sí estaba preparado para la culminación del
festival; a la representación de las obras la precedía un rito ceremonial de purificación
en el que hacían libaciones de vino en honor a los dioses. Un heraldo público
proclamaba los nombres de los benefactores de la ciudad. Una vez lleno el
teatro se exhibían hileras de lingotes de plata (talentos), los ingresos que
había acumulado Atenas gracias a los tributos de ese año. El toque imperial lo
realzaba aún más la armadura que se entregaba a todos los hijos en edad militar
de los atenienses caídos en combate.
Un heraldo con una trompeta
anunciaba cada una de las producciones teatrales. Aunque en el siglo V cambió
el programa del festival, en especial en lo tocante a las comedias, el cambio
no influyó en la representación de las tragedias. Las tetralogías de cada uno
de los tres poetas rivales se representaban de un tirón, en un solo día,
probablemente por la mañana. Decidían el resultado los jueces, ciudadanos
corrientes seleccionados a último momento entre todas las tribus, no electos,
para evitar la corrupción. No obstante, recibían presiones para que votaran de
acuerdo con la opinión del público, que hacían patente los aplausos. Al
ganador, condecorado con una corona de hojas de hiedra, lo llevaban a la casa
de un amigo pudiente, y en andas en una procesión, como si fuese un atleta
vencedor en las Olimpiadas. El ambiente general de la fiesta, con concursos de
bebida, cierto trasfondo sexual, muchachas que tocaban la gaita y jarana en las
calles hasta la madrugada, está exquisitamente plasmado en El banquete de
Platón, concretamente en la dramatización de la fiesta que se organizaba
después de la función.
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