Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VERDUGO COMO VÍCTIMA


La palabra que aparece, E Díaz Alvarez, p. 118

La victoria, lo sabemos desde Homero, también puede ser amarga. Pocos hombres encarnan esa ambivalencia como Claude Eatherly, un piloto texano que participó en el bombardeo a Hiroshima. Aquel 6 de agosto de 1945, el comandante del Straíght Flush tenía como misión seleccionar el blanco donde sería arrojada una nueva bomba. Eatherly ignoraba los detalles de la operación, pensaba que se trataba de un ataque convencional y se limitó á seguir las órdenes. Sobrevoló el objetivo durante cuarenta y cinco minutos hasta que las condiciones meteorológicas fueron ideales. El punto de mira era uno de los siete puentes de Hiroshima. El comandante dio las coordenadas al piloto del Enola Gay, pronunció «go ahead» y se alejó. Poco después se enteró de que aquella bomba había estallado a seiscientos metros del suelo, y también que había matado a más de cien mil personas.

Tras conocer el alcance de su acción, Eatherly se aisló y se hundió en un profundo silencio. En la base militar de Tinián lo diagnosticaron como un caso más de battle fatigue. Después de meses de intenso combate, pensaron que era esperable ese cansancio que alteraba sus nervios. Nada que no pudiera solventarse con los tratamientos psicológicos de costumbre y la medalla al mérito que iba a otorgarle la Fuerza Aérea. Se equivocaban. En los meses que siguieron al fin de la guerra, Eatherly fue el único militar participante en los bombardeos atómicos que se negó a ser condecorado como héroe.

Se licenció del ejército en 1947 y, tras volver a casa, intentó proseguir su vida. Tenía una esposa, hijos y un buen trabajo en una empresa petrolera de Houston. Sus días parecían transcurrir bajo el guión del olvido recetado. Las noches, en cambio, eran un infierno. Una y otra vez soñaba con los rostros abrasados y desfigurados de los habitantes de Hiroshima. Al principio intentó sobrellevar el insomnio con pastillas y tragos de whisky, pero no tardó en caer en una depresión profunda. Fue entonces cuando comenzó a enviar sobres con dinero a Hiroshima. Cartas en las que solía declararse culpable y pedir perdón a unos destinatarios que desconocía. Poco después intentó suicidarse con somníferos en una habitación de un hotel de Nueva Orleans.Apenas fue rescatado con vida.A raíz de este episodio, ingresó voluntariamente en un hospital militar de Waco especializado en atender trastornos mentales y- permaneció allí seis semanas. No experimentó gran mejoría.


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