Obra maestra, Juan Tallón, p. 128
Carlos Solchaga, patrono del
Reina Sofía. Marzo de 2006. Coincidí con el ministro del Interior en un acto
del Instituto Cervantes. Nos habíamos visto ya tres o cuatro veces antes. José
Antonio Alonso es alguien a quien tengo respeto. Antes de acercarme me sumé
durante unos minutos a un grupo alrededor de Manuel Fraga, que estaba sentado
en una silla y que ese mismo día había recibido su acreditación como senador.
Tenía un bastón entre las piernas y, aunque cansado, parecía de buen humor.
Hablaba de sus veladas nocturnas con Elke Sommer, Anita Ekberg y Audrey
Hepburn. «Nunca fueron a más», le oí decir. Y añadió: «Estaba muy enamorado de
mi mujer y de España.» «¿Y con Ava Gardner qué?», le preguntó Ruiz-Gallardón,
para tirarle de la lengua. Cada vez que veía a Gallardón me preguntaba en qué
momento iría al baño. Por alguna casualidad, cuando coincidíamos en algún evento,
siempre llegaba con ganas de mear. Fraga lo miró sin asombro y movió la cabeza
vagamente, como el que no se lamenta de una gran oportunidad perdida porque tiene
más. «Me invitó a tomar una copa y yo, para su sorpresa, me excusé diciendo que
tenía trabajo y estaba muy ocupado. Días después, en casa de otra persona, me
vio llegar y se fue. Supongo que no le había sentado bien que le diese
calabazas.»
La ministra de Cultura se dio la
vuelta y se alejó susurrando: «Lo que hay que oír.» Lo dijo lo bastante alto
para que la oyeran y lo bastante bajo para que no estuviesen seguros de lo que
había dicho. Y o la entendí perfectamente. Me acerqué a ella. «Carmen,
farfullas.» Movió la cabeza como antes lo había hecho Fraga, pero en su caso
como quien está un poco cansado de aguantar tonterías. «Me pregunto si este
dinosaurio sabrá que Ava Gardner le llamaba "Mr. Bragas", y no
cariñosamente.»
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