La ceniza de la vida, Josep Pla, p.582
-Amigo Vinyals -le dije mientras
la gente, cabizbaja, se dispersaba-, me parece que acabamos de ver un
espectáculo instructivo e impresionante. El pingüino engulló al gorrión con la
misma facilidad con la que nosotros nos tragamos un terrón de azúcar a la hora
del café. El hecho, en sí, es lamentable. Los gorriones son unos animalillos
divertidos y risueños que se pasan la vida fornicando ante los ojos del
público. Los gorriones son, quizá, los seres más venéreos y genésicos de la
creación. No es que nosotros, los hombres, lo veamos. Nuestra vista no tiene
suficiente precisión para ver ciertas delicadezas. Los naturalistas y los
observadores, sin embargo, nos lo demuestran ayudados por sus complicados
instrumentos. Por la mañana, sobre todo, los gorriones pían que es un contento.
Pues bien, parece que el griterío matinal de esos minúsculos pájaros noes más
que una serie de gritos espasmódicos de voluptuosidad. Sus, maneras eróticas
son rapidísimas y la forma de su voluptuosidad no puede resistir más de un
cuarto de segundo. Son muy breves pero lo hacen a menudo. Dios los ha hecho
así. Sin embargo, es cierto que el pingüino se lo ha comido sin ningún tipo de
consideraciones y que no ha quedado ni una pluma del gorrión; ese es hecho
esencial.
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