Al principio pensaron que era el cuerpo de un niño. Más tarde, cuando lo sacaron del agua y vieron el vello púbico y las manchas de nicotina en los dedos, se dieron cuenta de su error. Hombre, al final de la veintena o al principio de la treintena, completamente desnudo excepto por un calcetín, el izquierdo. Tenía hematomas en la parte superior del torso y su rostro estaba tan desfigurado que incluso a su propia madre le habría costado reconocerlo. Una pareja de enamorados lo había descubierto, un pálido resplandor entre el muro del canal y el flanco de una barcaza amarrada. La chica llamó a la policía y el sargento que estaba en recepción pasó el aviso al despacho del inspector Hackett, pero Hackett ya se había marchado y quien respondió fue su ayudante, el joven Jenkins, que estaba en su cubículo, detrás de las celdas, escribiendo sus informes semanales.
-Un cuerpo flotando, mi sargento
-dijo el hombre en recepción-. En Mespil Road, bajo el puente de Leeson Street.
La primera reacción del sargento
Jenkins fue llamar por teléfono a su jefe, pero cambió de idea. A Hackett le
gustaba dormir tranquilo y no se tomaría bien que le interrumpieran el sueño.
Había dos compañeros en la sala de guardia: Quinlan, del cuerpo de motoristas,
y otro, que había hecho una pausa en su ronda para tomar una taza de té.
Jenkins les dijo que necesitaba su ayuda.
Quinlan estaba a punto de acabar
su turno y la perspectiva de continuar trabajando no le agradó.
-Le prometió a su esposa que
regresaría pronto -dijo el otro, Hendricks, guiñando u n ojo, y se rio burlón.
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