Satin Island, Tom McCarthy, p. 148
La idea de Antropología en
Presente™ como lucha armada me tenía emocionado. Pensé en la Alemania de los años
setenta: la manera en que la gente de Baader-Meinhof -cultos, con sus
licenciaturas de humanidades en los bolsillos- iba por ahí provocando tumultos.
¡La ropa tan buena que llevaban! Camisas de cuellos gigantes; gafas de sol tipo
aviador; pantalones de pana acampanados. Y siempre revolcándose unos con otros:
te dejabas caer por un refugio de Múnich, Dusseldorf, no importaba dónde, dabas
el santo y seña, mostrabas que eras uno de ellos y, ¡bum/, derecho a la cama.
Lo mismo con la panda de Patty Hearst en América: la heredera molona, alumna de
bellas artes de cuadro de honor, que se cepillaba a todos aquellos
revolucionarios en su armario. Imprimí una imagen de ella sacada de internet y
la colgué de la pared de mi oficina. En realidad no estaba tan buena; era el
arma que llevaba lo que la volvía excitante. Hice lo mismo con Ulrike Meinhof,
quien tenía un aspecto parecido: como del montón y corpulenta. Aunque supuse
que eso no importaba: en mí red de elementos subversivos cultos, altamente
capacitados, armados con las técnicas
antropológicas de búsqueda y destrucción más punteras, estarían las
revolucionarias más seductoras, mejor vestidas y más explosivas de la historia.
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