Victorio Ferri cuenta un cuento
para Carlos Monsiváis
Sé que me llamo Victorio. Sé que
creen que estoy loco (versión cuya insensatez a veces me enfurece, otras tan
solo me divierte). Sé que soy diferente a los demás, pero también mi padre, mi
hermana, mi primo José y hasta Jesusa son distintos, y a nadie se le ocurre
pensar que están locos; cosas peores se dicen de ellos. Sé que en nada nos
parecemos al resto de la gente y que tampoco entre nosotros existe la menor
semejanza. He oído comentar que mi padre es el demonio y aunque hasta ahora
jamás haya llegado a descubrirle un signo externo que lo identifique como tal,
mi convicción de que es quien es se ha vuelto indestructible. No obstante que
en ocasiones me enorgullece, en general ni me place ni me amedrenta el hecho de
formar parte de la progenie del maligno.
Cuando un peón se atreve a hablar
de mi familia dice que nuestra casa es el infierno. Antes de oír por primera vez
esa aseveración yo imaginaba que la morada de los diablos debía ser distinta
(pensaba, es claro, en las tradicionales llamas)
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