Conversaciones íntimas con Truman Capote, p. 162
En la sección que escribía en
Esquire describió usted el piso de la Garbo ¿Cuándo estuvo en él?
Muchas veces.
Comentaba que no tenía espejos:
¿incluía eso el cuarto de baño y el dormitorio?
Nunca estuve en su dormitorio,
por eso mencioné las habitaciones comunes. Pasé al cuarto de baño, pero eso no
es una habitación común.
¿Sabe si le molestó lo que usted
escribió?
No se molesta ni se enfada. Es
muy buena amiga.
¿Se reiría de la descripción que
hacía de sus cuadros, colgados al revés?
Creo que sí, porque le dije
varias veces que debería hacer que lo investigaran. Tiene unos cuatro Picas sos
y, con toda seguridad, dos de ellos están al revés.
Aún existe una gran fascinación
por la Garbo.
Lo único que sé es que todo el
mundo que conozco siempre se ha sentido fascinado por ella. Tengo un amigo que
la vio por la calle hace una semana, y casi se desmaya. La siguió durante varias
manzanas. Ella no conoce a mucha gente, pero si confía en alguien es
comunicativa. Posee un tremendo sentido del humor y una risa maravillosa. Es
una persona miedosa. Pero hay que conocerla muy bien para descubrirlo. Tardé
años en darme cuenta del miedo que tenía.
Pero su comportamiento público, o
la falta de él, indicaría que está asustada.
Lo sé, pero me refiero a que
tiene verdadero miedo. La he tratado durante treinta años por lo menos y en
todo ese tiempo ha permitido que tres o cuatro personas se aprovecharan de ella
de manera increíble. Descubrieron su miedo y lo explotaron. Una de ellas la
atemorizó hasta ponerla fuera de sí. Por lo que fuese, aquel hombre me tenia
simpatía, pues en caso contrario no habría podido mantener mi amistad con ella,
ya que no la dejaba ver a nadie. Ahora vive con la hermana de la baronesa de
Rothschild, llevan viviendo juntas cinco o seis años. Y es enormemente buena
con Greta. Tiene una casa en París donde vive la mayor parte del tiempo. Ahora
está en Nueva York.
La Garbo quizá sea la mujer que
los editores y directores de revistas tengan más deseos de entrevistar, porque
nunca ha hecho declaraciones. Ella y ]acqueline Onassis.
Bueno, a Jackie más le valdría no
hacer entrevistas. No sabría qué decir. (Hace una torpe imitación de Jackie.) “¿Qué
has dicho? ¡Oh, Johnny! ¿Lo has dicho en serio? ¿Que soy una puuuta? No has
querido decir eso, ¿verdad, Joooohny?” En un contexto apropiado puedo imitarla
bastante bien. La aborrezco. Fui un gran amigo suyo. La odio. La desprecio
absolutamente.
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