Siete noches, Borges, p. 128
Señala Spengler en el capítulo de
La decadencia de Occidente consagrado a la cultura mágica que el prototipo de
libro mágico es el Corán. Para los ulemas, para los doctores de la ley
musulmanes; el Corán no es un libro como los demás. Es un libro (esto es
increíble pero es así) anterior a la lengua árabe; no se lo puede estudiar ni
histórica ni filológicamente pues es anterior a los árabes, anterior a la
lengua en que está y anterior al universo. Ni siquiera se admite que el Corán
sea obra de Dios; es algo más íntimo y misterioso. Para los musulmanes
ortodoxos el Corán es un atributo de Dios, como Su ira, Su misericordia o Su
justicia. En el mismo Corán se habla de un libro misterioso, la madre del
libro, que es el arquetipo celestial del Corán, que está en el cielo y que
veneran los ángeles.
Tal la noción de un libro
sagrado, del todo distinta de la noción de un libro clásico. En un libro
sagrado son sagradas no sólo sus palabras sino las letras con que fueron escritas.
Ese concepto lo aplicaron los cabalistas al estudio de la Escritura. Sospecho
que el modus operandi de los cabalistas fue debido al deseo de incorporar
pensamientos gnósticos a la mística judía, para justificarse con la Escritura, para
ser ortodoxos. En todo caso, podemos ver muy ligeramente (yo casi no tengo
derecho a hablar de esto) cuál es o cuál fue el modus operandi de los
cabalistas, que empezaron aplicando su extraña ciencia en el sur de Francia, en
el norte de España -en Cataluña-, y luego en Italia, en Alemania y un poco en
todas partes. También llegaron a Israel, aunque no procedieron de allí;
procedían, más bien, de pensadores gnósticos y cátaros.
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