La mirada inconformista, Vázquez Montalbán, p. 288
Hemingway era la estampa del
americano mal educado, inteligente y profundamente seguro de sí mismo. Muy
propenso al “numerito” liberador del anonimato, Hemingway roza en muchos aspectos
el peligroso abismo del snobismo. Al borde mismo, se salva siempre por esa
indudable sinceridad para consigo mismo que en todo momento exhibía.
Hemingway escribía como un cowboy
cabalga: tenaz, técnica y libremente. Fue el más libre de los escritores de su
generación y el más egoísta, porque entendió la libertad a lo patrón de empresa
norteamericano: el supremo derecho a hacer lo que me venga en gana.
En España nos suena a algo
familiar. Recordarnos aquella foto suya junto a Baraja moribundo, declarándose
su discípulo. Un compañero de generación, John Dos Passos, había introducido en
Estados Unidos la obra de nuestro inmortal vasco. Ha opinado, con verdadero
conocimiento de causa, sobre nuestras costumbres más atávicas. Ha bailado el Riau
riau en los sanfermines y no le ha hecho extraños al jerez. Ha apadrinado a nuestros
toreros, combatiendo a Manolete y Dominguín, y ensalzando a Ordóñez. También
escribió un libro sobre nuestra guerra que armó una conmoción universal ... Los
periodistas le recordarnos como un personaje recurso, que estaba a mano con
frecuencia y que nunca decía que no ante un buen vaso de whisky que olía por si
era escocés.
Tal vez hubiera acudido a los
sanfermines de este año. Aquí se le recordará y se le leerá, ahora con más
intensidad, durante mucho tiempo. Por esta presencia entre nosotros de
Hemingway vamos a presentar los criterios que sobre él sostienen relevantes personalidades
del mundo, o mundillo literario.
Solidaridad Nacional, 5 de julio
de 1961
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