La mirada inconformista, Manuel Vázquez Montalbán, p. 174
Si alguna actitud política ha
mantenido Brando con una constancia ejemplar ha sido la de la lucha contra la
segregación racial. Para empezar, siempre ha tenido una especial inclinación
erótica por mujeres de razas no homologadas según los cánones arios. Polinesias,
mexicanas, latinas, japonesas han merecido la dedicación pasajera de Brando, incluso
su pasajera paternidad, en una generosa [de]mostración de condescendencia hacia
pueblos marginados. Se ha dicho que los gustos eróticos de Brando no tienen otro
fin que el publicitario. Ahora se dirá que la renuncia al Óscar como testimonio
a favor de la causa de los indios americanos es otro recurso publicitario,
eslabón de una cadena de astuta publicidad en la que se ensartan sus pasados
amores, la mantequilla de El último tango en París y ahora su renuncia política
al máximo galardón que puede recibir un actor de cine.
Lo indudable es que la renuncia
de Brando llega en un momento políticamente oportuno y que favorece
objetivamente la causa de las minorías indias, en lucha por un final menos
patético que el que se les había reservado en la gran película de su extinción.
La concesión de los Óscar de este año respira inquietud por todos los lados.
Las películas más galardonadas como Cabaret o El padrino no son películas
tranquilizantes. El triunfo de Buñuel premia la obra de un viejo luchador en
defensa de causas elementales, E incluso sobre la peana donde entregan el
Óscar al star system, Brando ha
arrojado la lanza india del desafío, mientras él ha permanecido oculto con el rostro
marcado por la pintura de guerra.
¿Publicidad de Brando? Es
posible. Pero también publicidad de un problema humano que ha permanecido
durante un siglo sometido a la ley del silencio o de la mistificación.
Mistificación a la que ha contribuido poderosamente la misma industria a la que
ayer le salió el Óscar por la culata.
Tele/eXpres, 28 de marzo de 1973
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