Galdós, La segunda casaca
Yo he creído siempre lo mismo, y
mucho me temo que, aun después del triunfo, sigan pareciéndome las cosas de mi
país tan malas como antes. Esto es un conjunto tan horrible de ignorancia, de
mala fe, de corrupción, de debilidad, que recelo esté el mal demasiado hondo,
para que lo puedan remediar los revolucionarios. Entre éstos, se ve de todo;
hay hombres de mucho mérito, buenas cabezas, corazones de oro; pero, asimismo,
los hay tan bullangueros que sólo buscan el ruido y el tumulto; no faltando muchos que están llenos de buena fe; pero
carecen de luces y de sentido común. Yo he observado este conjunto en que se
revuelven sin poderse unir la grandeza de las ideas con la mezquindad de las
ambiciones; he sentido al principio cierto temor; pero después de meditarlo, he
concluido afirmando que los males que pueda traer ]a revolución no serán nunca
tan grandes como los del absolutismo. Y si lo son -continuó desdeñosamente-
bien merecido lo tienen. Si esto ha de seguir llevando el nombre de nación, es
preciso que en ella se vuelva lo de abajo arriba y lo de arriba abajo, que el
sentido común ultrajado se vengue, arrastrando y despedazando tanto ídolo
ridículo, tanta necedad y barbarie erigidas en instituciones vivas; es preciso
que haya una renovación total de la patria, que nada de lo antiguo subsista, y
se hunda todo con estrépito, aplastando a los estúpidos que se obstinan en
sostener sobre sus hombros una fábrica caduca. y esto se ha de hacer de
repente, con violencia, porque si no se hace así no se hace nunca ... Aquí se
han de romper a hachazos las puertas de la tiranía para destruirlas, porque si
las abrimos con su propia llave, quedarán en pie y volverán a cerrarse.
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