Jambalaya, Albert Forns, p. 263
Jasper Johns es aburrido, Beckett es aburrido escribía en sus diarios Susan Sontag, quizá
hemos de dejar de esperar que el arte nos divierta o nos entretenga. Cuando lo
comentamos por la noche, el dramaturgo expone una teoría similar. Dice que es
necesario distinguir entre obras que te gustan y obras que te parecen
interesantes.
-Son dos cosas muy distintas, queridos. Cuando una obra les
gusta, lo que actúan son las emociones. Les ha complacido, se lo han pasado
bien, han salido comentos. En cambio, cuando una obra les interesa, lo que
actúa es el cerebro. Les activa resortes, les hace pensar, los zarandea.
-Por eso hay obras aburridísimas e interesantes –le digo.
-Exactamente, querido. Y eso enlaza con otro malentendido, la
confusión entre el éxito de público y la valía estética. Para Broadway, por
ejemplo, la mejor obra es la más vista. Es un error, porque se acaba
dependiendo del público en demasía, y cuando las cosas se hacen pensando exclusivamente
en su gusto, ya has vendido tu alma al diablo. Miren Hollywood, es una
indecencia.
-Pues en Europa Broadway nos parece lo más -le digo.
-Hace veinte años que Broadway anda de capa caída -dice él-.
Han dejado de producir obras arriesgadas para programar comedias y musicales. Han
acabado expulsando a un autor como yo, con la de lectores que tengo: mis obras
no dejan de reimprimirse y en Broadway no me estrenan ni una. ¿Ustedes lo
entienden?
-Lo que hacen es fast-food teatral-dice Kayle.
-Y se equivocan, porque se pueden hacer espectáculos inteligentes
y tener mucha audiencia, sólo es cuestión de creérselo. La prueba es Viena,
queridos. Allí me estrenan una obra tras otra y siempre con éxitos clamorosos.
En fin, tal vez en el fondo soy un autor europeo y aquí no funciono.
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